Caminando un día de hace dos semanas, algo distraida y medio atenta, pensando en muchas tantas cosas que dan vueltas en mi cabeza, todo aquello que podría hacer que mi vida futura (¿será por la cercanía del fin de año?), y es que esas decisiones pueden y se que tendrán una importancia inmensa, pero claro!, no todo depende de mí, eso me decía, pero igual seguía elaborando respuestas, mientras veía las vitrinas de las tiendas que aparecían en mi camino, y es que nosotras podemos hacer esas cosas, o muchas cosas, y a la vez.
Hasta entonces estaba yo inmersa en mis pensamientos, dudas, certezas, tiendas, ropas, zapatos, alguna que otra cosita para comer, miraba y pensaba, y suena mi cel, contesto, aquello me ubicó en un paréntesis, a todo lo anterior, era una amiga, y conversamos, y mientras pasaban los minutos regresaban a mí los pensamientos, las preguntas, las probables respuestas, las tiendas y las futuras adquisiciones,..........las palabras continuaban, chismes que a nadie mas importa (por ese motivo no se publican).
Ya alejada de las tiendas, y sin tener la oportunidad de ser víctima de las compras, aún con el cel pegado a mi oreja, y entre mi andar ensimismada, algo hizo que mi mirada se dirigiera hacia la izquierda, y........................................oh!, vi un gato sobre una reja, aquella imagen me regresó 15 años atrás, a esa casa en Lince, con rejas de madera color verde oscuro con un jardín donde había un arbolito que nunca llegó a ser adulto, y no por falta de riego, que sí tuvo mucho, y es que en aquella casa vivía mi abuela, que conversaba con el arboltio mientras lo regaba, limpiaba sus hojas le hablaba como si fuese un niñito, y quizá por eso nunca creció, la inteligencia vegetal, tal vez si crecía mi abuela ya no lo cuidaría igual, como sucedió con otro árbol en el jardín trasero.
Pero no era solo la relación con el arbolito que llamaba mi atención, sino un gato, roto, porque de chiquito un perro le mordió la cola, y se quedó sin puntita, y claro, siempre iba a visitarla, ella ya sola, y me quedaba los fines de semana, eran mis pequeñas vacaciones después de los días de colegio, y ni hablar de los veranos, comiendo las dulces galletas que hacía mi abuela, y después jugaba con roto, que luego de unos minutos se cansaba y corría al jardín de afuera, y se subía a la reja para que no lo alcance, y me ponía triste porque pensaba que se aburría de mí, mientras mi abuela me consolaba diciéndome que los gatos son así, y yo no le creía, pues pensaba que me lo decía para tranquilizarme, pero con el tiempo supe que era cierto.
Años después ya no hay casa con reja de madera pintada de verde, ya no hay arbolito, ya no hay gato, ya no hay....., y mis pensamientos se actualizaron, en alguien que no tiene gato, pero que me decía que era como un gato, y yo no le creía, pero también con el tiempo descubrí que sí tiene personalidad de gato. después de ese viaje, no se por qué motivo lo anterior ya no tuvo tanta importancia, me sentí mejor, salió el sol (¿algún día saldrá el dolar?, ¿pero de nuestras vidas?), me compré un helado de dos bolas, limón y menta bañadas de chocolate, y el chocolate me hizo volver a recordar, recordar..............
domingo, 20 de diciembre de 2009
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